fantástica y etérea, personificada generalmente en forma
de mujer hermosa, que según la tradición son protectoras
de la naturaleza, producto de la imaginación, la tradición
o las creencias y perteneciente a ese fabuloso mundo
color a las leyendas y mitologías de todos los pueblos
antiguos. Se puede provocar el contacto con ellas
desarrollando la visión etérea según las leyendas.
Robert Kirk, además de párroco de la localidad escocesa de Aberfoyle, fue un erudito que consagró su vida al estudio de los seres feéricos, llegando a escribir uno de los tratados más importantes que sobre ellos se conocen. Sin embargo, lo que él no sabía es que su extraña muerte terminaría por convertirle a él mismo en un personaje de cuento de hadas.
A sus 48 años, Kirk era ya célebre por su erudición y traducción al gaélico –lengua escocesa– de la Biblia. Así como por su fascinación por el mundo de los fairies -cualquier espíritu con apariencia humana, incluidas las hadas, gnomos y elfos-. Su afición le llevó a recopilar numerosos testimonios de personas supuestamente capaces de percibir estos seres que, según la tradición escocesa, habitan en un mundo subterráneo o en ciudades aéreas encantadas. Toda la información que Kirk recopiló fue vertida de forma desordenada a un tratado llamado La Comunidad Secreta, el cual -según la folklorista Katharine Briggs- constituye “una de las obras más importantes jamás escritas sobre tal materia”.

Cautivo para siempre Según la versión oficial, Kirk estaba dando un paseo nocturno acuciado quizá por el insomnio, cuando fue víctima de una apoplejía y murió en el acto. Pero sus convecinos prefirieron exponer de otra forma los hechos... El relato que pronto corrió de boca en boca contaba que, cansados de ser espiados, los fairies habían castigado al clérigo raptándole, y dejando en su lugar un doble o facsímil del reverendo; un truco al que estos seres acostumbran a recurrir toda vez que raptan a seres humanos, tal y como el propio cura explica en su tratado. Por lo general, estas “copias” suelen languidecer y fallecer en días o a lo sumo meses, pero en el caso de Kirk falleció de inmediato por lo que fue enterrado en el cementerio sin dilación y con toda pompa
La leyenda afirma que el propio Kirk habría confirmado tal hipótesis al aparecerse al poco tiempo a un pariente –probablemente a Robert Campbell, el mismo que le ayudó a transcribir su tratado a limpio–, al que le habría dado instrucciones para rescatarle del mundo subterráneo. El conjuro de liberación debería realizarse durante el próximo bautizo de un hijo póstumo de Kirk, quien prometió manifestarse de nuevo ese día. En cuanto lo hiciera, el pariente debía lanzarle con fuerza una daga –es sabido el miedo al metal por parte de las hadas–. Pero en la fecha y el momento señalados, cuando Kirk realizó una aparición fugaz entre los dos mundos, el pariente no supo reaccionar a tiempo y el párroco se esfumó para siempre entre las nieblas feéricas donde supuestamente aún debe permanecer prisionero
La “segunda visión”El rapto de Kirk podría haber sido considerado una historia más del folklore escocés, como tantos otros relatos de raptos de hadas que él mismo cuenta en su trabajo. Pero su tratado, hallado en la Advocate’s Library of Scoltand, y editado por primera vez en 1815 bajo la supervisión del célebre novelista Walter Scout, rescató su leyenda del olvido. Hoy sabemos que nunca fue publicado antes de esa fecha, si bien, para asegurar su conservación, el pastor realizó varias copias a mano (dos aún se conservan en la Edinburgh University Library).
El caso es que con cada nueva reedición y, sobre todo desde que en 1911 el historiador W. Y. Evans-Wentz realizara su tesis de graduación sobre este tema, La Comunidad Secreta ha suscitado siempre nuevas hipótesis sobre lo ocurrido realmente a su autor y la veracidad de los hechos relatados en ella.

Testimonios de otra época Y es que los testimonios que Kirk recopiló de viva voz de los videntes de su época son elocuentes. Con ayuda generalmente de la “gente buena” estos “magos” son capaces de predecir sucesos futuros, desde un nacimiento a una boda, o dónde encontrar tesoros ocultos y poseen, sobre todo, la facultad de percibir a los subterráneos quieran o no quieran. Según Kirk, si son ellos quienes invocan a estos seres no se asustan, pero se aterrorizan cuando éstos aparecen de improviso, pues no pueden controlarles y suelen ser víctimas de sus bromas pesadas.

Otras veces, las personas raptadas descubren en sus nuevas moradas ungüentos que les hacen ser invisibles y ágiles como los fairies, o que les producen un trance durante el que su forma corporal se altera y son capaces de hacer aparecer cosas a grandes distancias. Si los subterráneos se enteran de ello se enfadan y les soplan en los ojos para volverles ciegos o dejarles mudos.
Por otra parte, son muchos los fairies los que disfrutan tomando la forma de un ser humano del que se convierten en un reflejo al que los videntes perciben y llaman coimimeadh, “el que camina con uno”. Y es que este doble, por motivos que sólo el ser feérico conoce, acompaña al hombre a todas partes, bien para defenderle de peligros, como a los sonámbulos que nada les ocurre, bien para gastarle bromas, o incluso para comer la mitad de lo que ingiere la persona, la cual, a pesar de su apetito voraz, se mantiene sumamente delgada.

Tras leer el informe, Kirk se apresuró a refutar algunas de sus conclusiones con la autoridad de quien conoce bien el tema y a dejar claras dos cosas: la primera es que la “segunda visión” no es una cualidad del aire o los ojos explicable por la fisiología física, como creía Tarbatt, sino más bien un intento cortés del “pueblo invisible” para que el hombre recobre su dimensión espiritual. Y segundo: que entre las distintas hipótesis que se barajan para explicar quiénes son estos seres –almas en pena o en espera de destino, fantasmas, etc.– la más avalada por la experiencia, según Kirk, es la que defiende que se trata de un pueblo numeroso cuya misión es cuidar y vigilar a los hombres. Y que cada región del planeta posee sus propios espíritus locales, por lo que cuando un vidente emigra a otra región es lógico que no se comunique con la misma facilidad con los fairies que allí habitan.
En todos los países y épocas, asegura Kirk, existen historias similares de este pueblo oculto. Además, si todo el Universo está habitado, ¿por qué no iba a estarlo el interior de la Tierra?, se pregunta Kirk. Y, para finalizar, añade que el conocimiento de las costumbres de estos seres puede ser tan útil como comprender con precisión la forma en que actúan las nueve órdenes de ángeles, o saber si la Luna está habitada.
Antecedentes de Kirk Es muy probable que Kirk se inspirara para su obra en el daemon de Sócrates, que conociera las nueve categorías de espíritus superiores y subordinados descritas por Dionisio Areopagita, o las obras del alquimista suizo Paracelso (siglo XVI), que popularizó el término “elementales” para designar a estos seres a los que fue el primero en clasificar, según el elemento al que pertenecían en: silfos (aire), ondinas (agua), salamandras (fuego) y gnomos (tierra). Y, sobre todo, es más que posible que la febril fascinación del párroco de Aberfoyle por el mundo feérico tuviera sus raíces en la leyenda de Thomas de Erceldoune, un poeta escocés del siglo XIII, quien presuntamente fue raptado por la reina de las hadas y trabajó a su servicio durante siete años. Cuando regresó no podía mentir ni evitar predecir el futuro cuando escribía pareados: predijo correctamente la muerte del rey escocés Alejandro III en 1286 y la batalla de Bannockburn en 1314. Finalmente, ya siendo un anciano, Thomas desapareció una noche en el bosque guiado por dos ciervos.

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