Un hada (del latín fatum: hado, destino) es una criatura fantástica y etérea, personificada generalmente en forma
de mujer hermosa, que según la tradición son protectoras
de la naturaleza, producto de la imaginación, la tradición
o las creencias y perteneciente a ese fabuloso mundo
color a las leyendas y mitologías de todos los pueblos
antiguos. Se puede provocar el contacto con ellas
desarrollando la visión etérea según las leyendas.
La mayoría de ellas se representan con alas.
Historia de Robert Kirk
Robert Kirk, además de párroco de la localidad escocesa de Aberfoyle, fue un erudito que consagró su vida al estudio de los seres feéricos, llegando a escribir uno de los tratados más importantes que sobre ellos se conocen. Sin embargo, lo que él no sabía es que su extraña muerte terminaría por convertirle a él mismo en un personaje de cuento de hadas.
Al amanecer del 14 de mayo de 1692, los vecinos de Aberfoyle, pequeña localidad escocesa cercana a Glasgow, hallaron el cuerpo sin vida de su párroco, Robert Kirk. Estaba sobre el montículo de Fairy Knowe, “colina de las hadas”, y el hecho de ser encontrado allí no fue calificado por los lugareños como una simple casualidad.
A sus 48 años, Kirk era ya célebre por su erudición y traducción al gaélico –lengua escocesa– de la Biblia. Así como por su fascinación por el mundo de los fairies -cualquier espíritu con apariencia humana, incluidas las hadas, gnomos y elfos-. Su afición le llevó a recopilar numerosos testimonios de personas supuestamente capaces de percibir estos seres que, según la tradición escocesa, habitan en un mundo subterráneo o en ciudades aéreas encantadas. Toda la información que Kirk recopiló fue vertida de forma desordenada a un tratado llamado La Comunidad Secreta, el cual -según la folklorista Katharine Briggs- constituye “una de las obras más importantes jamás escritas sobre tal materia”.
Cautivo para siempre Según la versión oficial, Kirk estaba dando un paseo nocturno acuciado quizá por el insomnio, cuando fue víctima de una apoplejía y murió en el acto. Pero sus convecinos prefirieron exponer de otra forma los hechos... El relato que pronto corrió de boca en boca contaba que, cansados de ser espiados, los fairies habían castigado al clérigo raptándole, y dejando en su lugar un doble o facsímil del reverendo; un truco al que estos seres acostumbran a recurrir toda vez que raptan a seres humanos, tal y como el propio cura explica en su tratado. Por lo general, estas “copias” suelen languidecer y fallecer en días o a lo sumo meses, pero en el caso de Kirk falleció de inmediato por lo que fue enterrado en el cementerio sin dilación y con toda pompa

La leyenda afirma que el propio Kirk habría confirmado tal hipótesis al aparecerse al poco tiempo a un pariente –probablemente a Robert Campbell, el mismo que le ayudó a transcribir su tratado a limpio–, al que le habría dado instrucciones para rescatarle del mundo subterráneo. El conjuro de liberación debería realizarse durante el próximo bautizo de un hijo póstumo de Kirk, quien prometió manifestarse de nuevo ese día. En cuanto lo hiciera, el pariente debía lanzarle con fuerza una daga –es sabido el miedo al metal por parte de las hadas–. Pero en la fecha y el momento señalados, cuando Kirk realizó una aparición fugaz entre los dos mundos, el pariente no supo reaccionar a tiempo y el párroco se esfumó para siempre entre las nieblas feéricas donde supuestamente aún debe permanecer prisionero

La “segunda visión”El rapto de Kirk podría haber sido considerado una historia más del folklore escocés, como tantos otros relatos de raptos de hadas que él mismo cuenta en su trabajo. Pero su tratado, hallado en la Advocate’s Library of Scoltand, y editado por primera vez en 1815 bajo la supervisión del célebre novelista Walter Scout, rescató su leyenda del olvido. Hoy sabemos que nunca fue publicado antes de esa fecha, si bien, para asegurar su conservación, el pastor realizó varias copias a mano (dos aún se conservan en la Edinburgh University Library).
El caso es que con cada nueva reedición y, sobre todo desde que en 1911 el historiador W. Y. Evans-Wentz realizara su tesis de graduación sobre este tema, La Comunidad Secreta ha suscitado siempre nuevas hipótesis sobre lo ocurrido realmente a su autor y la veracidad de los hechos relatados en ella.

Lo más sorprendente es que fuera precisamente un clérigo quien osara escribir tal obra cuando una ley promulgada en 1604 condenaba a muerte el trato con espíritus, mientras que hadas, gnomos, elfos y otra “gente menuda” eran considerados demonios menores. Ante este panorama, Kirk no sólo detalla con lujo la naturaleza, fisiognomía y costumbres del pueblo subterráneo al que los escoceses aluden con los nombres de elfos, faunos y fairies. Aporta conjuros y encantamientos para invocarles o liberarse de ellos. Y lo más extraño: hace una defensa a ultranza de la llamada “segunda visión” o capacidad de percibir a estos seres. La describe como una superación evolutiva de la vista ordinaria. La compara incluso con un don divino semejante a la facultad de curar ciertas enfermedades por imposición de manos que, según la tradición, tienen los reyes y algunas personas. Pero, sobre todo, asegura que se trata con frecuencia de una habilidad hereditaria, que se le concede al séptimo hijo, aunque a la vez puede adquirirse si se desea con intensidad y se cuenta con ayuda de un vidente. Es más, sin importarle los juicios condenatorios de la época y recurriendo a la Biblia y al Nuevo Testamento, Kirk rebate una por una cualquier objeción o acusación de demoníaca o de ilusión y fantasía que pueda hacerse a esta aptitud de la que asegura que ya gozaron profetas como Daniel o Elías. Y, en definitiva, su alegato es tan apasionado que -al descubrir el lector que Kirk era él mismo un séptimo hijo-, da que sospechar que el propio reverendo quizá gozara de dicha visión y hubiese llegado a comunicarse con la “gente menuda”. Especialmente, cuando dice abiertamente que la mejor garantía de la existencia de esta “segunda visión”, y de las criaturas que mediante ella son percibidas, son las experiencias de los videntes.

Testimonios de otra época Y es que los testimonios que Kirk recopiló de viva voz de los videntes de su época son elocuentes. Con ayuda generalmente de la “gente buena” estos “magos” son capaces de predecir sucesos futuros, desde un nacimiento a una boda, o dónde encontrar tesoros ocultos y poseen, sobre todo, la facultad de percibir a los subterráneos quieran o no quieran. Según Kirk, si son ellos quienes invocan a estos seres no se asustan, pero se aterrorizan cuando éstos aparecen de improviso, pues no pueden controlarles y suelen ser víctimas de sus bromas pesadas.

Tal es el caso de un vidente al que Kirk conoció y que desaparecía en un determinado lugar y aparecía una hora después en otro distinto. En el ínterin, estos seres subterráneos le habían llevado a su mundo y habían combatido contra él. Y, si bien, esta comunidad paralela no tiene intenciones malignas, puede causar daño de forma involuntaria. Por ejemplo, existen abundantes testimonios de mujeres raptadas tras dar a luz para amamantar con su leche a los hijos de los fairies, que suelen dejar en su lugar un doble, un espíritu insaciable que finge devorar los alimentos. Cuando el hijo del hada es destetado, la niñera muere o es devuelta a casa, a no ser que solicite quedarse en el país de las hadas. Kirk cuenta la historia de un hombre que quedó impresionado al ver cómo su mujer regresaba a su hogar dos años después de haber sido sustituida por un doble que durante ese tiempo había enfermado y muerto.

Otras veces, las personas raptadas descubren en sus nuevas moradas ungüentos que les hacen ser invisibles y ágiles como los fairies, o que les producen un trance durante el que su forma corporal se altera y son capaces de hacer aparecer cosas a grandes distancias. Si los subterráneos se enteran de ello se enfadan y les soplan en los ojos para volverles ciegos o dejarles mudos.
Por otra parte, son muchos los fairies los que disfrutan tomando la forma de un ser humano del que se convierten en un reflejo al que los videntes perciben y llaman coimimeadh, “el que camina con uno”. Y es que este doble, por motivos que sólo el ser feérico conoce, acompaña al hombre a todas partes, bien para defenderle de peligros, como a los sonámbulos que nada les ocurre, bien para gastarle bromas, o incluso para comer la mitad de lo que ingiere la persona, la cual, a pesar de su apetito voraz, se mantiene sumamente delgada.

El informe Tarbatt Además de los testimonios acuñados por Kirk, La Comunidad Secreta incluye el informe que Milord Tarbatt, Primer Ministro del rey de Escocia, enviara a un amigo común, Robert Boyle, científico irlandés que combinaba sus estudios sobre los gases elementales con su interés por la alquimia y la difusión de la Biblia, el cual se lo remitió a Kirk. En el citado informe se relatan numerosos casos de personas dotadas con la “segunda visión” que Tarbatt halló en Escocia alrededor de 1650, y cuyas características tienen muchos puntos comunes con los testimonios de Kirk.

Tras leer el informe, Kirk se apresuró a refutar algunas de sus conclusiones con la autoridad de quien conoce bien el tema y a dejar claras dos cosas: la primera es que la “segunda visión” no es una cualidad del aire o los ojos explicable por la fisiología física, como creía Tarbatt, sino más bien un intento cortés del “pueblo invisible” para que el hombre recobre su dimensión espiritual. Y segundo: que entre las distintas hipótesis que se barajan para explicar quiénes son estos seres –almas en pena o en espera de destino, fantasmas, etc.– la más avalada por la experiencia, según Kirk, es la que defiende que se trata de un pueblo numeroso cuya misión es cuidar y vigilar a los hombres. Y que cada región del planeta posee sus propios espíritus locales, por lo que cuando un vidente emigra a otra región es lógico que no se comunique con la misma facilidad con los fairies que allí habitan.

En todos los países y épocas, asegura Kirk, existen historias similares de este pueblo oculto. Además, si todo el Universo está habitado, ¿por qué no iba a estarlo el interior de la Tierra?, se pregunta Kirk. Y, para finalizar, añade que el conocimiento de las costumbres de estos seres puede ser tan útil como comprender con precisión la forma en que actúan las nueve órdenes de ángeles, o saber si la Luna está habitada.

Antecedentes de Kirk Es muy probable que Kirk se inspirara para su obra en el daemon de Sócrates, que conociera las nueve categorías de espíritus superiores y subordinados descritas por Dionisio Areopagita, o las obras del alquimista suizo Paracelso (siglo XVI), que popularizó el término “elementales” para designar a estos seres a los que fue el primero en clasificar, según el elemento al que pertenecían en: silfos (aire), ondinas (agua), salamandras (fuego) y gnomos (tierra). Y, sobre todo, es más que posible que la febril fascinación del párroco de Aberfoyle por el mundo feérico tuviera sus raíces en la leyenda de Thomas de Erceldoune, un poeta escocés del siglo XIII, quien presuntamente fue raptado por la reina de las hadas y trabajó a su servicio durante siete años. Cuando regresó no podía mentir ni evitar predecir el futuro cuando escribía pareados: predijo correctamente la muerte del rey escocés Alejandro III en 1286 y la batalla de Bannockburn en 1314. Finalmente, ya siendo un anciano, Thomas desapareció una noche en el bosque guiado por dos ciervos.

Tampoco sería extraño que Kirk hubiera leído el Mundo subterráneo de Athanasius Kircher (1664), donde se cuenta un hecho ocurrido hace ochocientos años y narrado por vez primera por el cronista Guillermo de Newburgh: el hallazgo de dos niños de piel verde escapados del interior de la tierra, quienes perderían tan inhumano color al subir a la superficie y alimentarse. Hasta él pudo haber llegado asimismo otra obra más moderna, Le Comte de Gabalis, ou Entretiens sur les Sciences Secrètes (1670), en donde se apunta la posibilidad de rescatar a estos seres subterráneos mediante el matrimonio con los hombres, idea defendida también por Kirk. Pero, en cualquier caso, no se le puede quitar el mérito de haber descrito con más detalle que nadie las costumbres de los fairies, y dada la pasión que empleó en defensa de estos seres y de la “segunda visión” es factible que la conociera más íntimamente de lo que pudo confesar. Fuera así o no, al menos la leyenda de su muerte hace justicia a su fe en la existencia de esta comunidad oculta.

